jueves, 4 de agosto de 2011

De El libro de Tamar, 1988

Ahora,
que no soporto que me roce
ni el terciopelo del vestido de mi madre,
que me paso las noches tirando piedras
al cielo
a ver si hay suerte y le doy a Dios en un ojo,
vas y me acaricias la nunca,
Daniel.

(Es como si alguien hubiera ofrendado
la muerte de mi padre
a tu silencio
para que yo volviese a vivir)

6 comentarios:

Desconcierto dijo...

agridulce...

gracias por ponerlo.

Carmen dijo...

El libro llegó a mis manos ayer y es delicioso, como "Usted", pero es que, además, este poema me gustaría haberlo escrito a mí misma uno de estos días... Una caricia en la nunca cuando peor andas, puede salvarte de los recuerdos, de la muerte, y obligarte a vivir...

Gracias a ti por venir, Antonio. Lo tuyo no tiene precio.

estrella dijo...

Hola Carmen!!
El poema es como un juego de sensaciones.
De escalofríos y de terciopelo.

Ese poema es muy bueno,creo que Dios está mirando hacia el otro lado casi siempre.

Un beso cariño y un fuerte abrazo,no es lo mismo que tocarte la nuca,pero...

Carmen dijo...

No estoy especialmente optimista estos días y, sin embargo, creo que el poema habla de la posibilidad que tienen los demás de "salvarnos", de devolvernos, incluso, las ganas de vivir...

Besis, Estrella.

Araceli dijo...

En muchos momentos de la vida nos sentimos desesperados,mosquedos, pesimistas, pero de repente algo inesperado nos saca de ese estado. Siempre hay algo que te hace creer que, después de todo, el mundo no es un lugar tan horrible...
Espero que encuentres esos momentos de gracia.
Salud y ánimo

Carmen dijo...

Casi siempre hay alguien o algo que te hace creer, incluso, a veces esa fuerza sale de uno mismo...

Besote, Araceli.