domingo, 31 de julio de 2011

Paciencia

Cada vez que conozco a alguien, pienso que es el destino quien me lo ha acercado y que, por lo tanto, esa persona está predestinada a representar un papel importante en mi vida.
Así, por no estropear antes de la cuenta esas presuntas historias, he aguantado a señores que duermen con calzoncillos y calcetines, he dejado de tirar de la cadena cuando iba al baño para ahorrar agua; he ido al cine con tipos que se dormían viendo "El marido de la peluquera" y he leído emails llenos de faltas de ortografía.
Me han pasado cosas muy divertidas, eso también es verdad.
Soy de los que opinan que si te quedas quieto nunca va a pasarte nada -ni bueno ni malo- así que yo siempre me he mantenido en movimiento, siempre esperando el milagro de la "no-normalidad". El caso es que así, poco a poco, voy construyendo una vida llena de errores y tropiezos. Pero también de vida. Vida llena de vida.

jueves, 21 de julio de 2011

Tan pronto

No imaginé la muerte tan temprana,
una muerte sin selvas,
sin Buenos Aires,
sin arrugas al borde de los ojos.

No imaginé quedarme quieta
en este cuerpo amargo
mientras afuera Estambul ya no existe
y mis ciudades se derrumban
destruyendo la lengua que las muerde,
haciéndose de tierra
demoliendo las calles en las que fui feliz,
abandonándome,
no sin antes matar en voz baja mi vida:
los besos que no di,
los días que vendrán después del fuego.
y, sobre todo, Roma,
esa Roma inmortal que me llevo conmigo

lunes, 11 de julio de 2011

Zapatos




Últimamente echo de menos las cosas más absurdas de mi vida, las más tontas. El otro día, sin ir más lejos, fui de compras con mi hermana y me tuve que salir de una zapatería a punto de llorar (en realidad creo que lloré).

Soy adicta a los zapatos y los zapatos que me gustan tienen cuñas de 15 centímetros o más, son zapatos divertidos y difíciles de llevar que a día de hoy tengo totalmente prohibidos. Puede parecer superficial y hasta absurdo, con la que tiene una encima, llorar porque no te puedes poner los zapatos que te gustan, aunque en realidad no lloras por eso, lloras porque es un ejemplo fácil y cotidiano de todas las cosas que han cambiado en tu vida.

Eres tus zapatos, eres tu manera de peinarte, tu ropa, también eres otras cosas mucho más difíciles de cambiar, las que permanecen, cierto, las verdaderamente importantes pero, a veces, una no puede evitar dejarse llevar por el apego a lo fácil y añorar lo que a veces le hizo tan superficialmente feliz.